8 jun 2011

Se encuentra implícito en la Declaración de los Derechos Universales por la Salud el que todos tengamos acceso a las medicinas esenciales.



Sin embargo todos los que hemos trabajado en el continente Africano sabemos que eso no es así. Día tras día muchas personas regresan a sus hogares en las áreas rurales con un par de aspirinas en sus manos para tratar la pulmonía, la malaria, una infección urinaria, una inflamación de rodillas, una artritis y enfermedades muy comunes que les aquejan. Ya no hablo de las enfermedades “olvidadas”.

El 30% de la población mundial no puede ejercer ese derecho puesto que carece de estos medicamentos. En algunos países y lugares de África este porcentaje asciende hasta el 55%. Millones de personas sufren y mueren por enfermedades que tienen un tratamiento sencillo.

La razón principal de esta situación es el coste alto de los medicamentos que se producen en Europa y en Estados Unidos. Y estos precios altos existen porque tenemos un sistema de protección de patentes que utiliza y promueven las compañías farmacéuticas para proteger sus derechos de propiedad intelectual. Las patentes crean un monopolio que protegen los precios altos al prohibir la competición y que se manufacturen versiones de medicamentos genéricos mas baratos de esas patentes. No les interesa...y así mantienen los precios. De esta manera las personas pobres no tienen acceso a los medicamentos esenciales que dice la Declaración de Derechos Humanos.

Algunas veces me pregunto el por que existen Premios Nobel, o Príncipe de Asturias y altos galardones que premian el trabajo de investigación y descubrimientos de científicos que dedican sus vidas a la ciencia para mejorar la vida del ser humano. Si esos descubrimientos son utilizados solo por unos pocos y sin posibilidad de acceso para todos resulta un hecho inmoral. Mas grave si esos descubrimientos han hecho posible la vida a muchos desde el descubrimiento de la penicilina, por ejemplo, y siguen sin ser asequibles en el siglo XXI para Todos.