7 mar 2014

San Patrick


 

 


Hace mucho frío aquí. El invierno es duro y eso me recuerda el sol africano. Los 40 grados de temperatura que estarán teniendo en algunos lugares de Malawi y el sudor que nos empapa  el cuerpo en la región del lago. Esa agua de la ducha que esperas que te refresque pero que ya sale caliente sin ninguna posibilidad de enfriarla. No hace falta usar una toalla, porque te secas inmediatamente sin usar nada y tal vez lo mejor era dormir sobre el cemento para que el colchón no te sirviera de manta  durante la noche.

¡Y aun así lo echo tanto de menos!

¡Amai, amai,  corra que hay problema en el hospital ¡
Ya  imaginaba lo que podía ser, la mayoría de los problemas que no podíamos hacer frente, eran problemas de maternidad. Madres dando a luz con complicaciones con las enfermeras comadronas, todas ellas muy buenas y con mucha experiencia. No había medico en el hospital y si me llamaban  era porque yo representaba  el ultimo recurso del hospital  en aquella misión.
Así que me levante de la mesa donde estaba cenando ese Domingo por la noche y salí corriendo para el hospital.
Los domingos eran especiales en Nkhamenya. Los misioneros Padres Blancos se iban los martes por la mañana a los poblados de la parroquia y no regresaban hasta el Domingo por la tarde. Así que  nos habíamos puesto de acuerdo en que cenaríamos un domingo en casa de ellos y otro domingo en  la nuestra. Siempre era el mismo menú pero lo disfrutábamos mucho después de una semana entera de pasta de maíz, verduras y trozos de carne de ternera muy dura cuando la había. Los Domingos comíamos un pollo. Recuerdo que no era muy grande y gordo pero era pollo y lo acompañábamos con patatas o arroz.  Lo mejor era reunirse y hablar y compartir  durante la cena lo que había sido nuestra semana y luego terminar con unas pocas canciones acompañadas por la guitarra de John.  A los irlandeses siempre les gusta cantar y recordar su país y región.

Aquella noche deje mi plato de comida y al llegar al hospital me encontré con una mujer en la sala de partos que no podía dar a luz. Ya llevaba muchas horas de espera y dolor y el niño no se encajaba bien para salir. No había mas remedio que llevarla al hospital cercano de Kasungu, solo a 80 kilómetros de distancia pero que en carretera de tierra y lluvia nos costaba hasta 4 horas. Ya había anochecido y con  una lámpara de petróleo fui  al garaje a sacar nuestra furgoneta descapotable y en la que podíamos extender un colchón en la parte de detrás y usábamos  como ambulancia. El chofer del hospital era yo también así que tenia que estar disponible día y noche. Saque el coche y extendimos a la mujer en el colchón junto con un familiar y una comadrona a su lado.
Aquel día era San Patrick, el patrón de Irlanda y me quedaba sin la celebración pero había que salir volando. El niño peligraba y la mujer también.

Delante del hospital había una especie de rotonda que habíamos hecho con piedras para señalar la entrada al hospital, allí no habían verjas ni vallas,  y hacer que los coches o carros dieran la vuelta para colocarse delante de los cuatro escalones de la entrada. En el momento de poner la  primera marcha en el coche  y salir la mujer se quejo... le entraba mas dolor... y yo pensé que me metía en una carretera oscura llena de agujeros y piedras  y sin ayuda alguna si pinchaba una rueda o me quedaba en el borde de la cuneta... la mujer iba a sufrir mucho y los espasmos venían mas a menudo.   Entonces se me ocurrió una idea... ¿ Y si le daba algunas vueltas en el coche sobre la gravilla y alrededor de la rotonda  sin meterme aun en la carretera principal? ¿Podía arriesgar unos minutos?
No lo pensé dos veces y empecé a dar vueltas con el coche, La comadrona no entendía lo que estaba  haciendo y la mujer se quejaba mas fuertemente. A los 4 o 5 minutos de girar sobre mi misma, oí los golpes en la parte alta de la cabina...! !Para, para, que llega el niño!. 

Retrocedí deprisa  los metros recorridos y toque el claxon varias veces  delante de la puerta del hospital. Salieron con una camilla y volvimos corriendo a la sala de partos. Unos minutos mas tarde  el niño ya  había nacido. Los gritos de alegría de la familia y personal sanitario subían hasta el cielo. Yo respire profundamente, ¡de la que me había librado! Y además los dos,  madre y niño se encontraban perfectos. Metí el coche en el garaje y regrese al plato ya frío de pollo y arroz  que había dejado a medio consumir. ¿ Pero ¿qué importancia tenia eso? Una vida nueva había venido al mundo.

¡ El niño se llamaría Patrick y yo no me había perdido mi fiesta!