27 oct 2017

La selva de la cuenca del Congo, bajo amenaza


¿Sabías que África tiene un enorme corazón verde? Se trata de la selva de la cuenca del Congo, la segunda más grande del mundo, solo superada por la selva del Amazonas.
Inmensos ríos se unen y fluyen por esta gran masa forestal, hogar de especies únicas de animales y plantas: aves, gorilas de llanura, gorilas de montaña, elefantes, okapis o monos bonobos, muchas de ellas amenazadas.
Además, millones de personas dependen directamente del bosque: es su fuente de alimentos agua, medicinas y refugio. Pero sobre todo, es su casa. Si el bosque desaparece, sus vidas correrán peligro.
Y es que la explotación forestal está amenazando la cuenca del Congo. A principios de año, científicos que visitaron la zona descubrieron que la cuenca del Congo alberga la red de turberas más extensa del mundo. Ahora, las partes intactas de estos bosques se están degradando y grandes áreas de selva están desapareciendo para cultivar aceite de palma y plantaciones de caucho. Entre 2000 y 2013, se degradó un área de bosque intacto del tamaño de Portugal.
Los efectos son mucho más devastadores de lo que uno pueda imaginarse: además de la pérdida de biodiversidad y el aumento de los incendios forestales, se reduce la cantidad de carbono que puede almacenar la selva y su capacidad de resistir a los impactos del cambio climático. Salvar los bosques de la cuenca del Congo, es salvar el clima del planeta.
El barco Esperanza de Greenpeace está navegando la cuenca del Congo para defender esta selva sagrada, por lo que significa para África y para todo el planeta, y llamar la atención sobre la protección que se merece.
Greenpeace

26 oct 2017

La fuerza de los pequeños: la Teología de la Liberación

Siempre que se celebra un Foro Social Mundial, tres días antes, se celebra también un Foro Mundial de la Teología de la Liberación. Participan más de dos mil personas de todos los Continentes (Corea del Sur, varios países de África, Estados Unidos, Europa y de toda América Latina) que practican en sus trabajos este tipo de teología. Ella implica tener siempre un pie en la realidad de la pobreza y de la miseria y otro pie en la reflexión teológica y pastoral. Sin este maridaje no existe Teología de la Liberación que merezca ese nombre.

Cada cierto tiempo hacemos nuestras evaluaciones. La primera pregunta es: ¿cómo está el Reino de Dios aquí ennuestra realidad contradictoria? ¿Dónde están las señales delReino en nuestro Continente, pero también en China, enÁfrica crucificada, especialmente en medio de los pequeños de nuestros países? Preguntar por el Reino no es preguntar cómo está la Iglesia, sino cómo va el sueño de Jesús, hecho de amor incondicional, de solidaridad, de compasión, de justicia social, de apertura a lo Sagrado y qué centralidad se da a los oprimidos. Estos y otros valores forman el contenido de lo que llamamos Reino de Dios, el mensaje central de Jesús. Elnombre es religioso pero su contenido es humanístico y universal. Él vino a enseñarnos a vivir esos valores y no simplemente a trasmitirnos doctrinas sobre ellos.
Igualmente, cuando se pregunta cómo va la Teología de la Liberación, la respuesta está contenida en esta pregunta:¿cómo están siendo tratados los pobres y los oprimidos, las mujeres, los desempleados, los pueblos originarios, los afrodescendientes y otros excluidos? ¿Cómo entran en lapráctica liberadora de los cristianos? Conviene subrayar quelo importante no es la Teología de la Liberación sino laliberación concreta de los oprimidos. Esta es una presencia del Reino y no la reflexión que se hace.
Del 12 al 14 de octubre unos 50 teólogos y teólogas de toda América Latina tuvimos un encuentro en Puebla (México). Fue organizado por Amerindia, una red de organizaciones yde personas comprometidas con los procesos de transformación y de liberación de nuestros pueblos. Estareunión, hecha en clave cristiana y crítica, analiza el momento histórico en que vivimos, con una perspectiva holística, enfatizando los contenidos místicos/proféticos ymetodológicos de la Teología de la Liberación, hecha a partir de esa realidad.
Allí estaban algunos de los “padres fundadores” de este tipo de teología (a principios de la década de 1970), todos entre 75-80 años, que se encontraban con la nueva generación de jóvenes teólogos (indígenas entre ellos) y teólogas (algunas negras e indígenas). Con un sentido profundamente igualitario y fraterno, queríamos identificar nuevas sensibilidades, nuevos enfoques y maneras de procesar ese tipo de teología, qué dignidad atribuimos a los que no cuentan y son invisibilizados en nuestra sociedad de corte neoliberal y capitalista.

En vez de conferencias –hubo solo dos introductorias en la apertura– preferimos trabajar en mesas redondas, en pequeños grupos y hacer intercambios en conjunto. De esta forma todos podían participar en un enriquecimiento fecundo. Había teólogos/as que trabajaban en medio de indígenas, otros en las periferias pobres de las ciudades, otros en la cuestión de género (como superar relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres) en toda una región, otros eran profesores e investigadores universitarios pero orgánicamente vinculados a los movimientos sociales. Todos venían de experiencias fuertes y hasta peligrosas, especialmente en América Central con los cárteles del narcotráfico, las desapariciones, las “maras” (crimen organizado de jóvenes violentos) y la violencia policial. Todos los trabajos fueron transmitidos por internet y había miles de seguidores en todo el Continente.

No se puede resumir la densidad reflexiva de tres días de trabajo intenso, pero quedó claro que hay distintas formas de entender la realidad (epistemologías), ya sea de los pueblos originarios, sea de los afrodescendientes, sea de hombres y mujeres marginados e integrados. Para todos era evidente que no se puede resolver el problema de los pobres sin la participación de los propios pobres. Ellos deben ser los sujetos y protagonistas de su liberación. Nosotros estamos dispuestos a ser aliados y fuerza secundaria.

La Teología de la Liberación de los “viejos” y de los nuevos escomo una semilla que representa la “fuerza de los pequeños”, lema del encuentro. Esa semilla no murió. Seguirá viva mientras haya un único ser humano oprimido que grite por liberación.
Recordamos el poema de Pablo Neruda: “¿Cómo saben las raíces que deben subir a la luz y luego saludar al aire con tantas flores y colores?” Con Dostoievsky y con el Papa Francisco creemos también que fundamentalmente lo que salvará al mundo es la belleza, fruto del amor a la vida y a aquellos que injustamente menos vida tienen.  

Leonardo Boff
Servicio Koinonia


23 oct 2017

Siete maneras de desperdiciar alimentos


5 octubre 2017 · por Jose Eizaguirre · en Ecología, Pobreza

José EizaguirreSegún la FAO, “Hasta un tercio de todos los alimentos se estropea o se desperdicia antes de ser consumido por las personas. Es un exceso en una época en la que casi mil millones de personas pasan hambre, y representa una pérdida de mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos alimentos”. Un exceso y un escándalo denunciados, entre otros, por el papa Francisco: «Sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y “el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”» (LS 50).
La FAO se refiere al desperdicio de alimentos que se producen y no se consumen, en particular:
  1. Alimentos que se producen y no se comercializan por estar presuntamente defectuosos (por ejemplo, fruta o verdura con alguna imperfección).
  2. Alimentos que se comercializan, no llegan a venderse (por estar próxima su fecha de caducidad, por constituir restos de existencias o por otros motivos comerciales), y son tirados a la basura.
  3. Alimentos que se venden y, por una mala gestión doméstica o de hostelería, no llegan a consumirse.
Pero estas tres maneras de desperdiciar alimentos deben completarse con otras cuatro menos conocidas:
  1. La propia manera de producir los alimentos en algunos casos es muy derrochadora. Por ejemplo, hacen falta diez kilos de pienso para producir un kilo de carne de ternera “industrial” (la que procede de animales estabulados, alimentados con pienso y sacrificados según un calendario programado). Piensos elaborados con cereales (fundamentalmente maíz y trigo) y soja, que son alimentos aptos para el consumo humano. Y sabemos que hay más alimento en diez kilos de cereales y soja que en un kilo de ternera. Cultivar soja y cereales, utilizando agua, fertilizantes, pesticidas y maquinaria agrícola movida por gasóleo, para destinarlos no a consumo humano sino a la fabricación de carne, con la importante pérdida de nutrientes que ese proceso supone, no solo es una ofensa a las personas que pasan hambre sino también es una manera muy derrochadora de producir alimentos.
  2. A esto habría que añadir que muchos procesos industriales producen alimentos de mala calidad. Volviendo al ejemplo, cultivar cereales, con toda la “mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados” y luego refinarlos, quitándoles el salvado del grano, es una desgraciada manera de producir alimentos incompletos, que alimentan menos que si se mantuvieran en su integridad. Efectivamente, los cereales integrales contienen minerales y vitaminas que no aportan los cereales refinados. Tanto esfuerzo y recursos para producir ese tipo de alimentos deliberadamente empobrecidos es otra manera, triste y escandalosa, de desperdicio derrochador.
  3. Por otra parte, recordemos que no nos alimenta lo que comemos sino lo que nuestro cuerpo asimila. Por eso, todo lo que hagamos por aprovechar al máximo los nutrientes que ingerimos contribuirá a evitar desperdiciarlos. Y esto empezando por una buena masticación, pues la saliva aporta enzimas que favorecen la asimilación de los nutrientes en el resto del aparato digestivo. Comer despacio y masticando bien, posibilitando una buena digestión de los alimentos, no solo supone indudables beneficios para la propia salud sino que se reviste de una dimensión ética y solidaria. En un mundo en el que casi mil millones de personas pasan hambre, ingerir alimentos y no asimilar parte de sus nutrientes por una mala masticación, supone un desperdicio de nutrientes que tiene también su dimensión ética, pues “el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”. Por eso, masticar bien es una cuestión de justicia.
  4. Y finalmente, algo que resulta obvio: comer de más es otra triste manera de desperdiciar alimentos. Una forma de dieta en la que de manera habitual (no me refiero a ocasiones o celebraciones puntuales) comemos más de lo que realmente necesitamos, con las complicaciones y riesgos para la salud que ello entraña, no solo es una falta de cuidado hacia nuestro propio cuerpo sino una falta de consideración hacia las personas que no pueden comer lo suficiente.
Ante estas siete maneras de desperdiciar alimentos, ¿qué podemos hacer? Lo primero, ser conscientes y ponernos en camino de conversión. Y, si es nuestro caso, convertir algunas pautas de pensamiento y comportamiento:

  1. Cambiar nuestra rigurosa mentalidad ante los alimentos “imperfectos”. La fruta y la verdura con imperfecciones es tan nutritiva (y a veces más sabrosa) que esa otra impecable de presentación, que parece salida de una fábrica más que de un huerto. Si podemos, apuntarnos a algún grupo de consumo que distribuya verdura y fruta de productores cercanos y ecológicos.
  2. Ser conscientes de la dimensión política del derroche alimentario. Los criterios de fechas de consumo preferente y fechas de caducidad, así como las normativas que obligan a tirar alimentos en buen estado responden a políticas concretas establecidas por programas políticos elegidos por los ciudadanos (en Francia se ha prohibido por ley desperdiciar la comida sobrante de los supermercados). Es interesante y motivador conocer las actividades de la organización Feeding ZGZ, que lleva años combatiendo con creatividad el desperdicio de alimentos.
  3. Ser cuidadosos en casa en la gestión de la comida, para no tener que tirar nada. Comprar lo justo, planificar, congelar, compartir… ¡Todo menos desperdiciar comida!
  4. Comer menos carne y, sobre todo, evitar la carne de producción industrial, sobre todo la de ternera. Comer carne una o dos veces a la semana es suficiente para una alimentación equilibrada.
  5. Renunciar a los alimentos que nutren poco o nada (por ejemplo, las bebidas gaseosas). En particular, evitar los cereales refinados (pan, pasta, arroz) e irnos cambiando a los cereales integrales más necesitados» 
  6. Comer despacio, masticando bien, disfrutando de lo que comemos, siendo conscientes y agradecidos. «Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención (…) Ese momento de la bendición, aunque sea muy breve, nos recuerda nuestra dependencia de Dios para la vida, fortalece nuestro sentido de gratitud por los dones de la creación, reconoce a aquellos que con su trabajo proporcionan estos bienes y refuerza la solidaridad con los más necesitados» (LS 226-227).
  7. Y si comemos despacio, masticando bien, disfrutando con el sabor de cada bocado y aprovechando al máximo sus nutrientes, nos daremos cuenta de que nos saciamos antes, comeremos lo que nuestro cuerpo necesita, dejaremos de sentirnos pesados después de las comidas y, tal vez, nos sentiremos personas más conscientes, agradecidas y solidarias.