10 jun 2020

Meditación de la luz: camino oriental y occidental



Vamos finalmente al tema: “¿Cómo es esa meditación de la luz?“. Fundamentalmente tanto Oriente como Occidente coinciden en la misma intuición: del Infinito nos viene un rayo sagrado de Luz que incide en nuestro cerebro (cuerpo calloso), penetra todo nuestro ser (los chacras), activa los biofotones, sana nuestras heridas, nos eleva y nos transforma también en seres de luz.

Es conocido el método budista en tres pasos: delante de una vela encendida se concentra y dice yo estoy en la Luz, la Luz está en mí, yo soy Luz. Esa luz se extiende desde el cuerpo a todo lo que está alrededor, a la Tierra, hasta a las galaxias más distantes... Permite una experiencia de no dualidad: todo es uno y yo estoy en el Todo.

El camino occidental se parece al oriental. Era practicado por los primeros cristianos en Alejandría, en Egipto, que profesaban que Dios era luz, Jesús, luz del mundo y el Espíritu Santo, la Lux Beatíssima.

Sigan conmigo los siguientes pasos: colóquese en un sitio cómodo, como al pie de la cama al levantarse o al acostarse, o en un rincón más recogido. Concéntrese en abrir el cuerpo calloso e invocar el rayo de la Luz Beatísima que proviene del infinito del cielo.

Ese rayo de Luz sagrada, al incidir, permite la unión de los dos hemisferios del cerebro, produciendo un gran equilibrio entre razón y sentimiento. Luego, deje que esa Luz divina comience lentamente a penetrar por todo su cuerpo: el cerebro, las vías respiratorias, los pulmones, el corazón, el aparato digestivo, los órganos genitales, las piernas y los pies. Deténgala especialmente en la partes que están mal y producen dolor. Y ya que la Luz descendió, hágala volver, penetrando desde abajo nuevamente todo su ser y sus órganos.

Beneficios de la meditación de la luz

En primer lugar, comienza a sentir que esa Luz divina potencia sus energías, trae ligereza a todo su ser corporal y espiritual. Dese un poco de tiempo para disfrutar esa Energía divina que lo energiza totalmente. Por fin, agradezca al Espíritu de Luz, que es el Espíritu Santo. Lentamente su cuerpo calloso se cierra y la persona queda más espiritualizada, más humanizada y con más valor para enfrentar el peso de la vida.

Este ejercicio puede hacerse mentalmente en el autobús, al parar en el semáforo, en la fábrica, en la oficina o en cualquier tiempo libre que se tenga en el día.

Las personas que se acostumbran a hacer este tipo de meditación –vía de la sencillez– suelen afirmar que su salud se vuelve más resistente, consiguen más claridad en las cuestiones complicadas, y las ideas fijas y los prejuicios se hacen más superables. En fin, te vuelves un ser mejor y tu luz se irradia sobre los demás. Intenta hacer esta meditación sencilla y verás su valor corporal y espiritual.
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