Es
verdad, yo pertenezco a este pueblo muerto sin sepultura. Mi padre y mi madre
que pudieron escapar de la tormenta se refugiaron en Francia. Pero no sucedió
así para el millón y medio de Ármenos que fueron masacrados, degollados,
torturados en lo que ha sido el primer genocidio del siglo XX.
Un
viento de arena y después el olvido a recubierto desde hace mucho este
asesinato de masas. Los gobiernos turcos que se han sucedido en los albores de
1915 o durante decenios han practicado un negocio de Estado. Ellos se han
amparado en la anestesia y en la cobardia internacional. Y ellos no han tenido
razón. . Durante años el crimen ha
podido ser considerado como rentable. Hemos tenido que llegar a los años 1980 para que las naciones comenzaran a
reconocer el hecho. El Parlamento
europeo primero en 1987 y Francia con una ley promulgada el 29 de Enero de
2001.
Unos
veinte países lo hicieron después. Y el Vaticano hace solo unas semanas. Ante
tal situación cualquier ser humano con un poco de razón y buena fe no puede que
sentirse desamparado. Y yo no soy una excepción a la regla. No he sido educado
en el odio. El resentimiento no hace parte de mi universo. No deseo un pueblo
turco que ha sido educado en la negación. Quiero hacer confianza a la juventud
de este país y a este pueblo que yo amo. Sé que un día abrirá los ojos y pedirá
cuentas a los dirigentes de los años de mentiras y de deshonor que han
mantenido en la ignorancia a su propia historia. Estoy seguro que un día no
lejano “él borrara esa mancha sobre la frente” como decía el poeta turco
Nazim Hikmet, no metiendo la cabeza en la arena o cubriéndola de cenizas sino
por la reapropiación liberadora de su historia. Dialogo armenio-turco.
Ese día,
no lo dudemos, las condiciones serán reunidas para un dialogo turco-armenio
sincero y virtuoso. Un paso se cruzara en la leyenda de la fraternidad. No
quiero ponerme a dar lecciones sobre este pueblo, esta juventud ¿quien soy yo
para hacerlo?. Pero como descendiente de sus victimas, y como personaje publico
me incumbe una responsabilidad particular. Llevo sobre mí el peso de su
infinito sufrimiento. Un mandamiento moral me une a ellos. Yo escucho sus
oraciones. Más fuertes por el hecho de que hayan sido acalladas, amordazadas. Los muertos no tienen defensa. Pertenece a los vivos de velar por
su respeto y su dignidad..
Charles
Aznavour, cantante
Publicado en Le Monde.
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