20 jun 2008

Cherchell


Cherchell

Chercell es una ciudad a 100 Km. de Argel que contiene un museo arqueológico importante y muchos lugares que visitar: un circo romano con sus gradas, las puertas de acceso de los tigres y leones a la arena, unas ruinas en que existió un templo, mas tarde una basílica en tiempos en que el cristianismo llego allí con los romanos y una plaza preciosa con veranda y vistas al puerto y al mar. Fue la capital más importante de todo el Mediterráneo en tiempos de los cartagineses, eso que recordamos de las guerras punicas y hasta Cleopatra y luego su hijo Ptolomeo estuvieron o vivieron por allí.

Ayer fui allí en una excursión organizada por la escuela en donde aprendo el arabe y que ademas contiene la biblioteca de investigación para arqueólogos e historiadores más importante de Argel. Éramos un grupo muy vario pinto de estudiantes, nacionalidades y edades. Y los jeans de muchos de nosotros se encontraban igual de agusto con los vestidos de alguna compañera completamente cubierta con el velo sobre la cabeza y su larga túnica hasta el suelo. La arqueóloga que nos acompañó, originaria del pais era alguien extraordinario que conocía cada piedra y cada detalle además de todo lo que se esta haciendo en Argelia en excavaciones y arqueología. Así que el día prometía ser muy interesante lo que no podía imaginar yo fue! hasta que extremo!

La historia empezó al pararnos a un lado de la carretera a unos 20 Km. de Cherchell para contemplar un inmenso acueducto romano en donde me picó un animalejo en el brazo y me dejó como regalo su veneno en forma de una roncha que aun sigue escociendo. Vamos, que no me hacia falta porque yo lo que quería era tener un día de relax después de tanto libro en una biblioteca y otra porque ya estamos haciendo los inventarios de finales de año y curso.

Pues bien, al desandar los 300 metros de camino polvoriento hacia el autobús nos encontramos nunca mejor dicho de narices, con un coche blindado de la policía que nos preguntaron que hacíamos allí y que enseñáramos la carta de notificación de la excursión que hacíamos. Los organizadores no habían creído que eso fuera necesario o lo habían olvidado y subimos al autobús y los acompañamos a Cherchell. Allí ocurrieron algunos cambios; una patrulla de militares con chaleco contra balas, metralletas y más equipo nos llevaron al museo que queríamos ver y guardaron las puertas y las salas mientras nosotros hacíamos la visita. Al terminar se metieron en el coche o coches blindados y ale nos precedieron en la carretera hasta un lugar semi privado con jardín y mesas de mármol bajo unos árboles frondosos en donde ya sabían que íbamos para comer y darnos un baño. El lugar esta abierto a familias que pagan por ir allí y gozar en frente del mar.

El lugar era muy bonito pero no tenía playa de arena pero si un descenso hasta una superficie plana rocosa que terminaba al borde del mar, como una piscina natural. Había que saltar al mar desde allí y el verdadero problema era salir de él. Se podía salir aprovechando las olas que te elevaban lo suficiente como para poder agarrarse a la cornisa de rocas e izarse con la fuerza de los brazos apoyados a ella antes de que la ola se retirase y nos arrastrase con ella. Yo nunca puedo resistirme al mar y el agua y a esa profundidad estaba limpia y llamándome como un imán. Jesús mi compañero de trabajo, mide casi dos metros y lo vi zambullirse y nadar entre las olas, y algunos otros y otras que se habían dado mucha más prisa que yo para llega allí. Le pedí pues a Jesús que no se fuera para que me ayudara a salir cuando lo vi sobre las rocas ocupado en sacar cuerpos del agua que volvían a zambullirse tirando de los brazos de unos y otros y el asintió pero me reí cuando a medio camino de mi salto de cabeza y a unos cms del agua le oí gritarme ¡si yo sabia nadar!

Luego me explico que es que el tenia mucho respeto a esas situaciones de mar abierto y rocas y yo le dije que yo compartía su respeto. Así que me ayudo a salir sin contratiempos y en grupo nos subimos a comer. El vestuario era variadísimo, algunas íbamos con los únicos bañadores que conocemos, otras con bañador y un paño atado a la cintura y otras nadaron completamente vestidas con velo en la cabeza y todo. Los hombres sin problemas como siempre. ¡ Pero que baño tan bueno.! Agua fresquita como a mi me gusta.

A eso de las 3 dijeron que regresamos a Cherchell a terminar la visita, el anfiteatro, el circo y otros lugares de interés y nos pusimos en camino con los militares que habían comido en la mesa cerca de nosotros discretos y pasándoselo bien. Regresamos con ellos a la gendarmería en donde se unió a nosotros un oficial de cierto rango y empezó nuestro paseo de un lugar a otro. Habiamos dejado el autobús aparcado e íbamos hablando formando grupos pequeños mientras los militares guardaban las calles por donde pasábamos y la gente nos miraba y ¡como nos miraba!!! Y que paciencia tenían los militares mientras la arqueóloga bajo un sol ya muy fuerte nos explicaba cada piedra y cada detalle.

Y se terminó Cherchell y llego la hora de regreso. Ahora si que nos vamos ya para casa, solitos, pense yo inocentemente. Pues no, estaba equivocada. De vuelta otra vez a la gendarmería y cambio de coche blindado que iniciaron el viaje delante del autobús. Después de unos 30 Km. de allí, otra parada y en ese lugar nos esperaban policías motorizados. Se saludaron con sus compañeros, hablaron por los teléfonos y otra vez en camino. Ahí si que pase vergüenza. Por la carretera y autopista circulábamos bien pero cada vez que nos acercábamos a la entrada de alguna ciudad con unas colas interminables de coches a derecha e izquierda, ellos se metían en medio de ellos y señalando con sus brazos y sus sirenas abrían camino para que pasara el autobús y todo ellos sin perder ni un ápice de la velocidad que llevábamos. En las carreteras de solo ida y vuelta los motoristas nos hacían circular por la izquierda mientras todos los coches paraban en la cuneta pera dejarnos pasar. Hicimos cien Km. así, con dos cambios de motoristas más hasta la misma puerta de la Escuela en Argel.

La verdad es que nunca me he sentido tan segura y tan importante en toda mi vida. Como cuando circulan los presidentes o reyes por las carreteras pero en realidad yo solo quería hundirme mas y mas en mi asiento y recordaba a mi sobrino Carlos cuando a sus dos años recién cumplidos entró una vez en el comedor de nuestra casa de Madrid ante un grupo de unos diez adultos que no conocía de nada y no quiso quitarse su abriguito anorag porque así se cubrió la cabeza con el y de pronto sentado sobre unos cojines que habían puesto en la silla para el exclamó con una voz temblorosa pero aguantando el tipo “! tápame mama, tápame!

Como lo recordé ayer! Pero ante todo la seguridad y para eso discretos, eficientes y un sobresaliente.

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