“El mundo moderno empieza a descubrir cada vez que la calidad y la vitalidad de la existencia del hombre dependen de su voluntad secreta de vivir. Existe dentro de nosotros una fuerza oscura de destrucción que alguien ha llamado “el instinto de la muerte”. Es la fuerza del amor de su mismo que se ha vuelto aborrecimiento de si mismo, y que al adorarse, adora al monstruo en que se consuma.
Es pues de importancia suprema que consistamos en vivir para otros y no para nosotros mismos. Y cuando hagamos esto podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas. Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguirán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos que nadie cree que somos “dioses”. Comprenderemos que somos humanos, iguales a cualquiera, que tenemos las mismas debilidades y deficiencias, y que estas nuestras limitaciones desempeñan el papel mas importante en nuestras vidas, pues por ellas tenemos necesidad de otros y los otros nos necesitan.”
Tomas Merton
El monstruo del que habla Tomas Merton no es mas que en estos momentos el dinero y el ansia de muchas personas de haberse enriquecido rápidamente a costa de los otros y esos otros han sido la gente normal, la que llamamos de la calle, la que trabaja diariamente y aguanta la rutina de las horas impuestas en el frío del invierno y el calor del verano para que así un día poder acceder a algún bien deseado o a tener alguna seguridad en el futuro y que esta pagando con su esfuerzo. Dinero fácil y rápido le llaman que dejara a los que pusieron su confianza y sus ahorros en entidades bancarias o financieras de un día al otro sin nada. Empresas de sellos, Gestoras de hipotecas, Bancos, Empresas constructoras. ¿Cuantas hemos visto en bancarrota? Y como han caído y arrastrando con ellas la esperanza de miles y millones de personas.
Ningún pensamiento en el otro, ningún instinto de vivir para algo fuera de uno mismo. Pero no son dioses, y si lo han creído son dioses con pies de barro que un día sucumbirán ellos mismos producto de su propia codicia.
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