Yo quiero, Señor,
para mejor abrazarte,
que mi conciencia se vuelva
tan grande
como los cielos, la tierra y los pueblos;
tan profunda
como el pasado, el desierto y el océano;
tan sutil
como los átomos de la materia
y los pensamientos del corazón humano.
¿No hace falta acaso que yo adhiera a Ti
toda la extensión de Universo
y que mi amor tenga una raíz en cada cosa?
Publicada en koinonia
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