21 ago 2008

Un tiempo para vivir y un tiempo para morir


Un tiempo para vivir y otro tiempo para morir.

¿Pero es que hay un tiempo para morir? ¿Se puede pensar que en algún momento dejaremos de vivir y todo se habrá terminado, de respirar, de sentir, de amar?

Creo que no y por eso la catástrofe del avión que se acaba de estrellar ayer en Madrid nos sobrecoge a todos porque ni los que iban en el ni sus familiares y amigos estaban preparados para morir o de seguir viviendo sin ellos. Y eso es lo que pasa en cada accidente y en cada muerte inesperada pero un accidente de esa magnitud nos deja con un dolor fuerte en el corazón porque ha sido muy grande el numero de perdidas, porque había familias enteras, gente muy joven y niños que empezaban a vivir y porque todos en una u otra ocasión también cogemos aviones, todos o una gran mayoría vamos de vacaciones y muchos podíamos haber ido en ese avión o haber dejado de existir de un segundo al otro. Y eso sobrecoge.

Todos morimos un poco y lloramos nuestras propias muertes cuando una desgracia colectiva como esa nos toca tan de cerca. Nadie puede llorar su muerte pero la lloramos en cada persona cercana y querida que se va o con aquellos que nos sentimos parte de ellos por nacionalidad, vecindad y cultura. Son nuestros prójimos no importa las distancias o que los conozcamos o no.

Hace unos días todos pudimos vivir un mito y ese era de alegría. El ver a Rafa Nadal conseguir la medalla de oro por primera vez en el tenis olímpico español. Algunos vibramos con el partido, estuvimos allí a través de la pantalla de televisión, le hablábamos, le decíamos cosas como estas: ¡animo Rafa, no te dejes ese punto! ya lo tienes ¡! y luego dimos saltos de alegría al verlo ganar y emocionado recibiendo la medalla de oro para el y para España. El encarnó para muchos el sueño de la superación, de llegar a lo más alto, de ser en algo el mejor o la mejor y que otros vivimos o podemos solo hacer realidad a través de una persona que realiza nuestros deseos más profundos. Eso es el mito. Y como Rafa Nadal el del resto de los deportistas españoles que esta semana nos trajeron mucha alegría para los que amamos el deporte y mucho orgullo por ser españoles.

Era el tiempo de vivir, de reír, de alegrarnos como ahora parece ser que nos ha tocado en el breve espacio de tres días vivir con miles de personas porque miles serán los que lloren a los 157 muertos del accidente y a los que están tan graves en los hospitales, el morirnos un poco con ellos compartiendo su dolor que tal vez para muchos sea una inutilidad porque no les devuelve la vida pero así somos los seres humanos en los momentos de prueba y dolor, somos de la misma materia carne y hueso , estamos lo sintamos o no muy unidos como especie y en estos momentos lo reconocemos y sentimos en nuestra piel.

Esta tragedia nos ha afectado a todos los españoles y a mucha gente de otros países. Mañana reanudaremos nuestra vida diaria y seguiremos adelante porque así es como debemos de hacerlo y porque la vida sigue, siempre sigue lo queramos o no, pero hoy no, hoy se nos ha parado el reloj y nos hemos visto inundados de una ola de dolor que nos ha salpicado a todos dejándonos al retirarse algo mas vulnerables y sensibles a otros seres humanos y a nosotros mismos. Es el efecto del dolor y el sufrimiento.

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