27 abr 2009

Perfeccion


Cuando me fui por primera vez a África alguien me dijo que yo no podría vivir sin música así que me preparo un montón de cassettes con todos mis conciertos de piano, violín, chelo y clásicos favoritos para que allí en medio de la selva y con una cassette de aquellas Philip que podía funcionar con pilas yo no me muriese.
Una intención preciosa que no resulto porque llegue a África sin maleta y con la única ropa que llevaba puesta. Entonces aun no tenia la precaución de poner algo de ropa por si esto sucedía en una bolsa de mano. Y tampoco me morí porque como he contado ya en mis historias de África descubrí una belleza nunca imaginada y así me extasié con las puestas de Sol, las lluvias torrenciales, el olor de la tierra , las estrellas y todo lo que este continente puede ofrecer a una persona si sabes mirar y escuchar. No eche de menos la pintura, ni los conciertos porque tenia siempre belleza y sonido a mi alrededor.
Unos años mas tarde en que mi trabajo me obligaba a conducir diariamente de 200 a 300 Km. me lleve como copiloto constante e insustituible a Maria Callas la cual me acompaño por medio de la selva y los poblados cantando sus arias de Turandot, La Traviata, Romeo y Julieta y todo su repertorio sin que jamás llegase a cansarme. Al contrario pensaba que no había escenario mas precioso para ella que el que iba desfilando ante mis ojos tanto en la época seca como en la de la lluvia. Maria Callas paso años enteros conmigo y aun sigue haciéndolo aunque el cambio de trabajo me impida pasar tanto tiempo con ella.

Y aun así anoche me sucedió algo imprevisto. Un hermano me llamo y me dijo que me recogían a las 7.30 para ir a ver danza y no le pregunte ni donde ni lo que íbamos a ver. Una vez en el coche enfilamos hacia el Palau de las Artes Reina Sofía en Valencia y cuando me entregaron el programa a la entrada me di cuenta que iba a volver a ver al Royal Ballet de Londres al que no había visto desde mis años de juventud en uno de los pisos mas altos y baratos del Covent Garden en donde Nureyev y Margot Fonteyn danzaban juntos formando una pareja insuperable a pesar de sus diferencias de edad.

Y anoche me sucedió lo mismo. Me olvide, me olvide de todo, de la gente que me rodeaba, del porque estaba allí, de ayer y de lo que puede traer un nuevo día para vivir solo lo que pasaba en ese escenario. La música de Debussy , Massenet y Stravinski sonaba con una pureza inigualable y los bailarines primeras figuras del ballet danzaban como si flotaran con una perfección alcanzada después de años y años de trabajos y sacrificios pero que seguramente les había valido la pena porque se habían convertido en unos de esos pocos y únicos en el mundo. Bailaban unidos con su pareja y sobre todo con la música que les hacia bailar. Cada movimiento y cada paso expresaban el sentimiento que llevaban dentro y que seguro era de una inmensa felicidad. Estaban haciendo algo que ellos habían deseado siempre y al hacerlo nos proyectaban a nosotros esa magia de la belleza que se siente en el desierto, ante la inmensidad de las montañas, el olor de la hierba mojada …la Naturaleza en su esplendor.
Era magia , la magia que el ser humano parte de esa Naturaleza creada puede expresar con su cuerpo y con sus sentidos.
La belleza nos cambia y nos hace sentirnos siempre mejores personas. Mas capaces y mas unidos a todo lo que vive y respira sobre este planeta Tierra porque somos parte de el aunque a veces nos olvidemos y creamos que solo dueños y señores.

2 comentarios:

Amparo dijo...

La belleza bien entendida como tu la ofreces, es sublime. Una magia que transporta y eleva.
Gracias por recordarme con tus momentos, otros míos en que esos sentimientos afloraron. Como bien dices es el eco dentro de nosotras que capta la esencia de las mejores melodías de vida y soliloquios.
Un beso enorme

JUANAN URKIJO dijo...

Me ha gustado leerte, Amparo... Y, sí, estoy contigo en que la apreciación de lo bello nos puede ayudar a ser un poco mejores personas.

Un abrazo.