Recogido por Claire Lesegratain el 13-6-17
Durante tres días, del 7 al 9 de junio, el
Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso ha reflexionado sobre el rol
de las mujeres en la educación para la paz.
Una de las invitadas, la francesa Marie
Derain, antigua Defensora del Menor, subrayó la necesidad de formar y acompañar
a las mujeres para que cada vez sean más numerosas las que asuman responsabilidades
La
Croix: ¿Cómo ha sido Vd invitada a la Asamblea
Plenaria del consejo pontificio para el diálogo interreligioso en Roma.
Marie
Derain: ha solicitado mi presencia Luciano Sambrano,
colaborador de la Conferencia internacional católica del Guidismo (CICG)
basándose en mis anteriores responsabilidades de Defensor del Menor, consejera
de una ministro, y vicepresidenta de los scouts y guías de Francia (2007-2011)
Me han pedido que hablara sobre el rol de las
mujeres en la educación para la paz, la fraternidad y la solidaridad. Pero yo
deseaba también interrogar a nuestros obispos y cardenales sobre algunos
puntos.
La
Croix: ¿cuáles?
M.D: el primer punto que me parece importante es que las mujeres tienen
naturalmente las cualidades de comprensión, empatía, escucha etc que les
permiten jugar un papel importante de acicate en el diálogo interreligioso. No
debe reducirse su papel a las tareas domésticas. Además el papa Francisco nos
lo ha dicho, subrayando que “la
contribución de las mujeres no debe limitarse a los argumentos “femeninos” o a
encuentros de sólo mujeres”.
También quería decir que es responsabilidad de
las iglesias locales formar y acompañar a las mujeres para que puedan incluso
aceptar la idea de ser responsables. Porque si bien hay en la iglesia el deseo
de permitir a las mujeres espacios de más responsabilidad, ellas, sobre todo en
África y Oriente, a causa de cargas culturales y encerramiento en determinados
roles sociales, deben ser acompañadas y formadas en este sentido. En occidente también queda mucho por evolucionar y
mejorar
L.C.: Entre los ejemplos dados en estos días, ¿cuáles le han marcado?
M.D.: Un dominico en Bagdad, que actualmente está en El Cairo, Amir Jaje,
supo movilizar y acompañar a un grupo de mujeres para que abrieran espacios de
acogida para otras mujeres víctimas de la violencia. En otro país, se creó una
dinámica de solidaridad entre vecinas de diferentes religiones.
Son ejemplos positivos pero creo que no son suficientes. No hay que
empujar a las mujeres hacia lo que la sociedad espera de ella, sino
ilusionarlas con acercamientos diferentes
y que les son propios.
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