Publicado el 3 de enero de 2018 por Begoña Iñarra
Por Anna Zobnina
Desde el comienzo de la reciente crisis humanitaria, a casi un millón de personas desplazadas se les ha concedido el estatuto de “refugiado en Europa”. Según la Oficina del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2016, más de 360.000 refugiados han llegado a tierras europeas para obtener protección legal. De estos, al menos 115.000 son mujeres y niñas. Lo que algunas personas describen como "una crisis de refugiados" es, por una serie de razones, un fenómeno que se refiere en gran parte al feminismo: las mujeres y sus familias eligen la vida, la libertad y el bienestar en lugar de la muerte, la opresión y la miseria.
Sin embargo, Europa nunca ha sido un lugar seguro para las mujeres, especialmente para las que están solas, pobres e indocumentadas. Los campos de refugiados están predominantemente habitados o dominados por hombres, dirigidos por fuerzas militares, y ni siquiera están equipados con espacios de un solo sexo o incluso con instalaciones sanitarias solo para mujeres. Estos lugares se convierten rápidamente en ambientes de violencia masculina, en los que proliferan la intimidación y las amenazas sexuales. Las mujeres a menudo desaparecen de estos campamentos / centros de refugiados. Como miembros de nuestra red, las mismas mujeres refugiadas que son voluntarias en estos campamentos, nos han dicho que tienen miedo, con razón, incluso no se atreven a ducharse en las instalaciones sanitarias mixtas. Temen ser acosadas sexualmente, y cuando personas de fuera se presentan como trabajadores humanitarios, ofreciéndoles, según ellos para ayudarles, a usar los baños en un lugar seguro, estas mujeres desaparecen y nunca regresan al campamento.
Excepto cuando se identifica a una mujer desaparecida, es imposible saber si la transfirieron o la traficaron a otra parte, si logró escapar o si murió. Lo que nosotras, la Red Europea de Mujeres Inmigrante, sabemos es que las mujeres en nuestras comunidades se han encontrado regularmente en situaciones de trata y explotación: ya sea por matrimonio impuesto, servidumbre doméstica o trabajo forzado. La prostitución es una de las formas más terribles de explotación. Esta explotación produce además de los traumatismos sexuales, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la dificultad física prolongada y el aislamiento social, acumulado, cristalizan en la vulnerabilidad de las mujeres emigrantes.
Para comprender todo esto, no es necesario consultar a la policía, solo tienes que caminar por las calles de Madrid, Berlín o Bruselas. Bruselas, por ejemplo, capital de Europa, donde se encuentra la sede de nuestra red, es una de las ciudades europeas en las que la prostitución está legalizada. Si caminas por el "barrio europeo" - "European quarter" - el hotel de lujo que acoge a los clientes internacionales "acompaña a niñas" - a Molenbeek - el famoso "barrio yihadista", donde los inmigrantes viven aparcados en algunas zonas. Si pasas por el distrito de Alhambra, allí notarás que hay hombres caminando rápido, mirando al suelo. Evitan los ojos de los demás para ocultar el motivo por el que vienen a esta parte de la Alhambra, que es tener acceso a mujeres prostituidas.
Muchas de estas mujeres provienen de antiguas colonias europeas, lo que a menudo se llama el Tercer Mundo, o provienen de las regiones más pobres de Europa. Las mujeres de Rusia, como yo, también son muy numerosas. Si bien las de América Latina, África y el sudeste asiático son fáciles de encontrar en las calles, las mujeres de Europa del Este son estrictamente supervisadas por sus "gerentes", es decir, por proxenetas y se las aísla de los espacios públicos.
Se supone que, en Europa, debemos llamar a estas mujeres "trabajadoras sexuales", pero a la mayoría de ellas les sorprendería esta descripción occidental y neo liberal de su actividad. De hecho, la mayoría de las mujeres emigrantes sobreviven a la prostitución, de la misma manera que se sobrevive a hambrunas, desastres naturales o guerras. No trabajan allí, sobreviven. Muchas de estas mujeres tienen capacidades y cualificaciones y desean utilizarlas en lo que la Unión Europea (UE) llama economía especializada o economía de puestos de trabajo cualificados, pero las leyes de la mano de obra emigrante y la discriminación racial, étnica y sexual no permite que estas mujeres tengan esos trabajos.
La prostitución, por lo tanto, no es un área particular donde las mujeres emigrantes, en Europa, se encuentran por casualidad. La mayoría de estas mujeres emigrantes son objeto de tráfico. Aunque algunas de ellas son identificadas como víctimas de la trata o la explotación sexual, muchas no encajan en este compartimento administrativo. En las calles - en los clubes de striptease, saunas, salas de masaje, hoteles y apartamentos privados - hay mujeres emigrantes que no cumplen con los requisitos formales para ser reconocidas como víctimas de la trata, y por lo tanto, no pueden beneficiarse de la ayuda estatal.
En 2015, la Comisión Europea observó que de 30.000 víctimas de la trata registradas en la Unión Europea, entre 2010 y 2012, casi el 70 por ciento fueron víctimas de explotación sexual. Las mujeres y niñas menores de 18 años representan el 95 por ciento de esta cifra. Más del 60 por ciento de las víctimas han sido importadas a Europa, desde países como Rumanía, Bulgaria y Polonia. Las víctimas que vienen de fuera de los países de la UE provienen de Nigeria, Brasil, China, Vietnam y Rusia. Estas cifras son las de las instituciones oficiales. Las definiciones legales del tráfico de sexo de los documentos europeos son extremadamente difíciles de aplicar, y los trabajadores sociales, que se ocupan directamente de las víctimas, saben que la definición de “trata” no refleja todas las situaciones que enfrentan. La explotación de los proxenetas, la prostitución y el tráfico está tan profundamente arraigados que las definiciones legales no cubren todas las situaciones encontradas sobre el terreno.
Las principales organizaciones no gubernamentales, como Amnistía Internacional, también son conscientes de este hecho. A pesar de su inspección sobre el terreno, en mayo de 2016, Amnistía ha adoptado una política internacional en la que apoya la des-penalización de la prostitución (Amnistía Internacional, 2016 a). La política defendida por la campaña mantenía burdeles, proxenetas y clientes con derecho a ser "agentes libres" - "free actors" en un mercado libre, también llamado "comercio / trabajo sexual" - "sex work”. Amnistía afirma que basa su posición en la des-penalización que tuvo lugar en una "consulta global integral", pero para la que no consultaron a organizaciones o redes, como la nuestra, que se hubieran opuesto a esta recomendación (Amnistía Internacional, 2016b). Este documento, que presenta la posición de Amnistía sobre el tema de la des-penalización, está lleno de expresiones idiomáticas, como el intercambio entre adultos, y en el centro del documento, hay un argumento caritativo: la protección de los derechos de las personas más vulnerables, en particular los derechos de las mujeres emigrantes.
Amnistía no es la única organización a quien conciernen los derechos de las emigrantes. Cada vez más, hay grupos que defienden la noción de "trabajo sexual" y estos mismos grupos desempeñan el papel de "cuidadores" o “carers”. En Londres, la Sex Open University y el Comité Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales - (ICRSE) Amsterdam - Europa, se encuentran entre ellos. Este último está tratando de cimentar su reputación a través de las principales instituciones y redes europeas en Bruselas con el fin de ser reconocido como: "socio respetado según la visión política europea y las legislaturas nacionales, que efectivamente defienden los derechos humanos y los derechos en el trabajo para las trabajadoras sexuales”. (Comité Internacional sobre los Derechos de los Trabajadores Sexuales - Europa, 2016)
Según Amnistía Internacional, lo que legalmente protegería 'el derecho de las trabajadoras sexuales' sería garantizar a los hombres europeos el derecho a acceder a los servicios sexuales con un modelo comercial, sin el riesgo de ser penalizados. Amnistía ha observado cuidadosamente que esta política solo se aplica a los adultos que consienten. Amnistía está en contra de la explotación y la prostitución de menores, que según la organización es una violación. Sin embargo, lo que Amnistía no menciona es el hecho que, tan pronto como una niña refugiada, por ejemplo, es persuadida para que se prostituya, ella no tiene los recursos materiales o psicológicos para escapar o denunciar a quienes la explotan. Es mucho más probable que esté condicionada a aceptar el "trabajo sexual", la industria del sexo como se designa. El "trabajo sexual" se convertirá en parte inevitable de su supervivencia en Europa. De hecho, la línea clara que la política de Amnistía establece entre los adultos que consienten y los menores explotados no existe. Lo que existe es la trayectoria de un individuo vulnerable en el que la agresión sexual se normaliza y se permite la violencia sexual.
La invitación de Amnistía a las mujeres más vulnerables para que den su consentimiento contra la violencia, al ataque sexual, a la prostitución, no es posible porque muchos profesionales lo han permitido. A fuerza de repetir, el término "trabajo sexual" se ha convertido en un lugar común, para académicos y ONGs, que establecen que la prostitución es un trabajo de verdad. Con el trabajo de sexo conocido como "la profesión más antigua del mundo", ahora no sólo es algo políticamente correcto, sino que con estos términos obligatorios, dicen que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, sin preocuparse por los derechos humanos.
Del mismo modo, Amnistía y sus aliados aseguran a todos, que la prostitución es una elección. No dicen que nunca será la primera elección de las que tienen otra opción, sino únicamente será la opción de las mujeres más marginadas y desfavorecidas, que tienen la prostitución como la única forma de salir de la pobreza. También en este sentido, Kenneth Roth, director de Human Rights Watch en 2015, dijo: "A todos los que quieren acabar con la pobreza en el mundo, ¿por qué negar a las mujeres pobres la opción del trabajo sexual voluntario? "(Roth, 2015).
También ha sido ampliamente aceptado por profesionales en el terreno de los derechos humanos, diciendo que lo que perjudica a las mujeres prostitutas es la estigmatización. Aunque sabemos que el trauma fundamental es el de la suspensión de la autonomía sexual, que ocurre en cualquier actividad de prostitución, que es siempre destructiva, cuando no es el cliente quien asesina a estas mujeres.
Si buscas a una "trabajadora sexual" entre las mujeres emigrantes que ha sido estigmatizada, nunca la encontrarás. Lo que encontrarás será el comprador de sexo que la mató. La industria del sexo creó el ambiente para que suceda, y los defensores de los derechos humanos, como Amnistía, hacen la vista gorda ante los males sufridos por estas mujeres.
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Las mujeres vienen a Europa debido a situaciones desesperadas, necesidades económicas y, cada vez más, porque temen por sus vidas. Si alguna vez abandonas tu despacho para hablar con mujeres inmigrantes, mujeres árabes, africanas, indias, filipinas, mujeres de China o Rusia, la probabilidad de encontrar a una mujer que describa la prostitución como "trabajo" es extremadamente baja. Esto se debe a que el concepto de "trabajo sexual" no existe en las culturas de las que provienen. Como muchas otras palabras en el léxico neoliberal, este término ha sido importado e impuesto al resto del mundo por las economías capitalistas occidentales, a menudo realizadas por la ayuda humanitaria a las políticas de reducción de daños, es decir, regulación de situaciones de tráfico, así como programas de prevención del SIDA.
Una economía típicamente capitalista en Europa es la de Alemania, donde la satisfacción sexual de los hombres, se puede comprar abiertamente, al igual que el cuidado dental. El modelo regulatorio alemán se deriva de la des-penalización total de la industria del sexo, seguida de la implementación de algunas reglas menores. En este entorno de mercado abierto, los compradores de sexo y proxenetas no son reconocidos como responsables o explotadores. Entre el 6 de octubre y el 11 de noviembre de 2016, por ejemplo, cuatro mujeres prostitutas fueron asesinadas (Sex Industry Kills, 2016). Fueron asesinadas en clubes de sexo privados, burdeles, lo que los alemanes llaman eufemísticamente "teléfonos móviles de amor", es decir, caravanas en una región o vecindario no atendido por la policía, en la ciudad, donde los proxenetas tienen todo el control y donde van los compradores de sexo. Al menos tres de las víctimas han sido identificadas como mujeres emigrantes (de la República Dominicana y Hungría), y se sospecha que las cuatro fueron asesinadas por sus "clientes" (todos hombres).
Dada la abrumadora evidencia de que la despenalización completa del comercio sexual no protege a nadie, excepto a clientes prostitutas y proxenetas, hay una tendencia a creer que Amnistía, al compilar su política, ha desarrollado un análisis político de la discriminación sexista, racista y social, sosteniendo que la prostitución es un desafío demasiado amplio para superar... Esto es típico de un "síndrome del hombre blanco" - White male syndrome, que Rachel Moran, una superviviente de la trata, ha sugerido (Moran, 2015). Pero la pregunta que requiere una respuesta es: ¿no saben en qué consiste el sexo? Es poco probable que todos los miembros del consejo de Amnistía sean castos; podemos suponer que algunos de ellos han tenido relaciones sexuales en sus vidas y, por lo tanto, saben que el sexo ocurre cuando ambas partes lo desean. Cuando una de las partes no quiere, se llama experiencia sexual no deseada, que se caracteriza en la ley como acoso sexual, agresión sexual y violación.
La violencia sexual es la que trata de la prostitución, y no hay diferencia si es "consentida" o no. El consentimiento, de acuerdo con la legislación europea, se define como el resultado de la libre voluntad de la persona interesada en un contexto de circunstancias (Consejo de Europa, 2011). El consentimiento no debe ser el resultado de una elección unilateral por parte de los hombres, ya que esta es una norma patriarcal.
Un acto sexual no deseado no se convierte en una experiencia aceptable porque la industria del sexo diga que debe serlo. No hay ningún principio moral que lo haga tolerable porque te encuentras pobre, desempleada, indocumentada, huyendo de la guerra o con un cónyuge violento. Es cierto que las mujeres inmigrantes en Europa tienen un derecho limitado al trabajo. También es cierto que sufrimos de racismo, exclusión, xenofobia y eurocentrismo. Aunque Amnistía y cualquier comité de trabajo sexual pueden intentar desafiarlo, eso no nos hace menos humanos que otros. Al igual que los hombres en Europa, las mujeres migrantes tienen deseos sexuales, cuerpos sexuales y derechos sexuales. Estos derechos son autónomos y no pertenecen a nadie, y mucho menos a los hombres que no entienden, o pretenden no entender, qué es el sexo.
La justificación legal que Amnistía, y otros defensores de los derechos humanos con el mismo propósito, ofrecen a los hombres que quieren confundir el sexo con un privilegio para obtener satisfacción sexual, es manipulación psicológica y es ilegal. A menos que olviden que Europa abolió la esclavitud hace dos siglos, no existe un instrumento legal que traduzca la fragilidad económica y legal de una persona en el privilegio de otra persona, imponiéndole sexo a tarifa
Con la mejor intención de ayudar a los migrantes, algunos de nosotros no nos damos cuenta de que aceptar la política de Amnistía es perjudicial para las mujeres migrantes y refugiadas. La despenalización de la prostitución normaliza las desigualdades de género, étnicas y sociales, que ya son difíciles de desarraigar en nuestras sociedades europeas en las que estas mujeres han sufrido, durante mucho tiempo y actualmente, de manera desproporcionada. Esta despenalización aumenta las barreras legales al trabajo digno, que la mayoría de las mujeres migrantes ya enfrentan, dejándolas sin calificaciones y sin oportunidades económicas reales. Lo peor es que elimina lo que incluso las personas más pobres y desfavorecidas, estas mujeres migrantes, llevan consigo mientras se embarcan en peligrosos viajes a Europa: nuestra creencia y nuestra esperanza de que una vida sin violencia es posible y nuestra determinación de luchar contra ella.
Publicado en el periódico DIGNITY, en 2017
Red Europea de Mujeres Migrantes
Biografía de la autora
Anna Zobnina, que es presidenta de la Red Europea de Mujeres Emigrantes (ENOMW) y experta elegida por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE). Nació en San Petersburgo, Rusia. A. Zobnina tiene más de diez años de experiencia en el análisis feminista inter-seccional de la violencia contra las mujeres y la discriminación contra las mujeres, en particular las migrantes, la explotación sexual y la economía del “care”. Anteriormente, trabajó como analista de investigación en el Instituto Mediterráneo de Estudios de Género (MIGE). En la Red Europea de Mujeres Emigrantes, actualmente trabaja para desarrollar la capacidad de las organizaciones de mujeres inmigrantes y para fortalecer la inclusión de las mujeres migrantes en los procesos de toma de decisiones de la UE, en las áreas de acceso al trabajo y justicia, participación cívica y los derechos a la salud sexual.
Cita recomendada
Zobnina, Anna. (2017). Las mujeres, la migración y la prostitución en Europa: no se trata de "trabajo sexual". Dignidad: Revista de explotación y violencia sexual. Vol. 2, Número 4, Artículo 6.
Disponible en http://digitalcommons.uri.edu/dignity/vol2/iss4/6.
Traducción: Wendy Okada para EnoMW y Lise Bouvet para el Colectivo de Recursos de Prostitución
El sitio web de la red: http://www.migrantwomennetwork.org/
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